Artista de talento, pero mediatizada a día de hoy por innumerables factores que juegan en su contra. O no. Según el ojo del observador.
Una cantante acostumbrada a dar lo contante y cantante por elegante y por bueno, cuando no siempre es así.
Rival directa de Katy Perry, pero en versión ultrapija.
Sus clips son un derroche de medios, al igual que los de Perry. La diferencia es que estos son de altos vuelos; en ellos, o aparecen caballos, descapotables retro solo accesibles a millonarios, princesas (ella y ella, claro), modelitos, chicos y chicas perfectos, palacetes, y así podríamos seguir un buen rato.
A la gente un pelín tontaina y felizonte siempre le ha fascinado la exaltación del lujo por el lujo y la belleza de pasteles rosas, cutis de ensueño y parafernalia de este jaez.
De ahí el increíble éxito de Swift, una Princesa Disney para adultos. Innegable es que la chica está de muy buen ver, y esto también suma.
Un poco para vomitar. Porque soy de los que piensan que no es bonito ni ético hacer tal flagrante apología del lujo cuando es claro que tú eres de los poquísimos que se lo pueden permitir. Es feo, penoso, y es casi insultante, y no voy a seguir con la ristra de adjetivos.
Aún con todo lo dicho, el talento en Swift está ahí, muchas veces eclipsado por tantos fuegos de artificio.
Traigo un único tema a este podio, pero lo merece (sin abundar en ello). Además, el clip es un minifilm dirigido por el especialista coreano Joseph Kahn (que ya ha trabajado con casi todas las divas modernas, además de U2, Rob Zombie, Muse y muchos otros) en el que queda claro que el presupuesto no es problema. Con guiños a clásicos del séptimo arte, como pueden ser Memorias de Africa, El Paciente Inglés y Mogambo.
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